LA HERMANA PREGUNTA
“Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la pregunta, por su raíz más honda, la duda, y por su fruto más seguro el ansia de buscar”
De Oriente a Occidente: — Padre Emilio,
¿Qué puede aportar el Islam al Cristianismo y a Occidente?
En líneas generales creo que el Islam puede y debe aportar al Cristianismo y a Oriente y Occidente lo que acabamos de señalar como “propio del Islam” en la anterior respuesta. Y que esta aportación se haga subrayando dos aspectos que quizás sean lo que más necesita este Occidente nuestro y nuestro Cristianismo:
- El primero es que nos recuerde, (taḏkīr), (ese otro nombre del Islam y que mejor lo define en su misión universal): recordar a todos los humanos algo esencial que estos han olvidado, recordar lo eterno en lo temporal, traer de nuevo a la memoria, una y mil veces más, que lo divino, lo eterno forma parte de cada persona, es el centro más intimo y verdadero de la existencia humana. La misión del Islam ha sido y seguirá siendo el recordarnos o traer de nuevo al corazón ese permanente servicio.
- Y también esta tarea con urgencia, porque las iglesias, las mezquitas y las sinagogas, en lugar de ocuparse en ese recuerdo y vivirlo, andan con frecuencia atareadas en todo lo contrario. En lugar de ocuparse de facilitar con el recuerdo la experiencia de lo sagrado, se dedicaron a predicar moral, a enseñar doctrina y a vigilar ortodoxia. Atinadamente lo vio y sugirió el Papa Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa: “El drama de la Iglesia moderna- y otro tanto cabria decir de las demás religiones- es el intento de corregir el estupor del acontecimiento de Cristo con reglas”. En el fondo como lo ha dicho el profesor Samir Jury, “es el miedo a la fe viva, que por eso alza, entre Dios y él, la muralla de la religión, la guarnece de leyes, símbolos, castas jerárquica con que resguardarse en espera de exorcizar sus miedos infantiles”. Y esa es y será la tarea principal del Islam y las demás religiones, ese es el punto de partida para el diálogo interreligioso. Las religiones son, o por lo menos deben ser, en definitiva, caminos por los que las personas deberían ser conducidas a su origen, a lo que llamamos nuestro ser más profundo, lo divino en nosotros y en todo lo existente. Esa es la herencia que las religiones nos han legado. Tenemos que sentirnos responsables de ella y tenemos que sacar de nuevo a la luz algo de todo eso que pensamos quedó sepultado. Que el olvido de lo esencial vivido es la raíz de todos nuestros verdaderos males. Y juntos hacer una ronda de todos los seres humanos, hermanados no por dogmas y leyes que nunca acaban sino por el amor que nunca comienza de verdad porque no hemos hecho la verdadera paz dentro de nosotros.